Arqueología y Geología: ¿historia de un match?

Introducción

La Arqueología es considerada, por unos, una disciplina auxiliar y, por otros, una ciencia histórica autónoma que se encarga del estudio de los distintos cambios sociales a lo largo de la historia de la Humanidad, pero lo hace a través del estudio de los materiales arqueológicos, diferenciándose así de los métodos de trabajo propios de los historiadores (como la consulta e interpretación de las fuentes históricas escritas y orales). Tradicionalmente, los arqueólogos americanos y latinoamericanos se han acercado, en teoría y método, a la Antropología; mientras que los arqueólogos europeos se sentían más atraídos por las maneras de proceder y las principales cuestiones a resolver propias de los historiadores.

Figura 1: Gráfico elaborado por Juan Manuel-Benito
(extraído de Wikicommons) en el que se representan los distintos sistemas y su interconexión según la TGS.

Sin embargo, un arqueólogo no podría ejercer como tal sin las tareas de campo, esto es, las prospecciones y excavaciones. En este sentido, los arqueólogos de las últimas décadas han abrazado al “progreso científico” desde una perspectiva epistémica (y empírica) en la que integraban las metodologías propias de, por ejemplo, las Ciencias Naturales a sus propios estudios con la pretensión de una búsqueda de la objetivación. Esta necesidad de adaptación de los métodos hipotético-deductivos al campo de la Arqueología está sumamente vinculada con la Arqueología procesual y la Teoría General de Sistemas (TGS) de los años sesenta. La TGS promovida por autores como L.A. White, L. Binford y D. Clarke se fundamenta sobre la idea de que la cultura material y los cambios sociales se insertan en un subsistema que está estrechamente vinculado con otro subsistema, el sistema medioambiental (fauna, vegetación, clima, contexto geológico, etc.). Ambos sistemas se interrelacionan y tienen la capacidad de provocar cambios sustanciales de forma recíproca.

Los arqueólogos procesualistas de la década de los sesenta se esforzaron para pautar análisis cuantitativos rigurosos sobre materiales arqueológicos que permitieran una interpretación que se ciñese a sus planteamientos positivistas y extremadamente inflexibles. Si bien la Arqueología procesualista fue posteriormente criticada y se vio forzada renovarse, la influencia que sigue ejerciendo en las nuevas escuelas teóricas es innegable. Así, la Arqueología actual sigue tentada a resolver cuestiones relativas a qué, cuándo y cuánto en lugar de por qué, cómo y hacia dónde. En este sentido, podríamos decir que la Arqueología tiene un crush con las Ciencias Naturales y sus metodologías e instrumentos.

¿Qué es y cómo funciona la geoarqueología?

Figura 2: Lámina delgada del yacimiento Lapa do Santo. Las láminas delgadas son recurrentes en estudios geoarqueológico y es un perfecto ejemplo de cómo se han adaptado técnicas propias de las Ciencias de la Tierra al terreno de la Arqueología. En este caso procede de un análisis micromorfológico. Extraído de Wikicommons.

Prueba del enamoramiento positivista entre la disciplina arqueológica y las Ciencias de la Tierra es la aparición de la Geoarqueología como subdisciplina en el siglo XIX, aunque la definición metodológica y teórica, así como la eclosión de estudios geoarqueológicos se da entre la década de los setenta y los ochenta de la mano de investigadores como Karl W. Butzer. Lo cierto es que si bien la Arqueología tiene como fin el estudio de la especie humana a través de su cultura material y la Geología tiene como fin el estudio de la historia de la Tierra, lugar en el que se originó nuestra especie y en el que siempre hemos vivido, podríamos decir que ambas ciencias comparten intereses (algo muy importante para que una relación funcione, para qué nos vamos a engañar).

Así pues, ¿qué se entiende como geoarqueología y en qué consiste? Son estudios geoarqueológicos aquellos que, para comprender cuestiones relativas a los materiales arqueológicos y/o su contexto (geoespacial e incluso, a veces, medioambiental), se aplican métodos y técnicas propias de las Ciencias de la Tierra. Nótese aquí que no se hace referencia solamente a la Geología, sino al ámbito científico al que esta pertenece, debido precisamente a la transdisciplinariedad por la que se caracterizan. Algunos ejemplos prácticos de esta relación amorosa son: los análisis sobre artefactos cerámicos, los análisis arqueométricos sobre objetos metálicos, las prospecciones geomagnéticas y geoeléctricas, la estratigrafía, los estudios edafológicos o sedimentológicos, los estudios de arqueología contextual que se centran en recursos geológicos explotables por el ser humano, la geocronología, la geomorfología, etc. De todos ellos, los más comunes son los estudios y los análisis arqueométricos.

En los siguientes párrafos hablaremos de algunas investigaciones geoarqueológicas publicadas que pueden resultar de interés para los lectores de este blog. 

¿Dónde se ha aplicado con éxito la Geoarqueología?

En los últimos años han proliferado los proyectos interdisciplinares y multidisciplinares en los que geólogos (y geógrafos) han tenido mucho que aportar a los proyectos arqueológicos. Es aquí donde os vamos a citar algunos de estos ejemplos, momento oportuno también para dar conocimiento a proyectos algunos de los cuales aún están en marcha.

De Puerto Itálica a Valencina de la Concepción

El Proyecto Geoarqueológico “Puerto de Itálica” perseguía el objetivo de delimitar y conocer mucho mejor lo que fue el paleoestuario del río Guadalquivir y la Transgresión Flandariense acaecida en torno al 6500 BP aproximadamente. Ello iba a tener una trascendencia arqueológica importante: la delimitación de la ciudad romana de Itálica (Santiponce, Sevilla) y su proximidad con la línea de costa y el antiguo río Baetis, arteria principal de la Andalucía romana. No obstante, la historia del paleoestuario y la evolución del actual Guadalquivir son importantes no solo para comprender el desarrollo histórico de ciudades romanas como Itálica, sino que deberíamos remontarnos hasta la Edad del Cobre para comprender el valor social y político que pudo tener el dominio de este sistema fluvio-marítimo. Asimismo, los fundadores del poblado calcolítico de Valencina de la Concepción-Castilleja Guzmán debieron elegir la ubicación de su asentamiento por su posición paleogeográfica, que otorgaría un dominio del entorno del Aljarafe-Alcores y de las vías de comunicación atlántico-mediterráneas. Esta estratégica ubicación sería también aprovechada en época protohistórica, como puede denotarse en el caso del yacimiento tartésico de Carmona (ARTEAGA et al. 2016). Así pues, en este caso, las perforaciones y su posterior análisis sedimentológico, en conjunción con los análisis estratigráficos y descriptivos, así como las dataciones relativas y absolutas, fueron de gran valor para este estudio geoarqueológico.

Kampsanoste Goikoa y Stonehenge
Esquema del trabajo de Nash Et al., 2020 realizado por Olaya Dorado (Ohmagmamia) y Matilde Carbajo

Algunos investigadores van más allá de la geomorfología y se preguntan sobre el contexto paleoambiental. Estos enfoques multidisciplinares han sido aplicados en yacimientos de cuevas y abrigos como Kanpanoste Goikoa (Álava) (POLO DIAZ, 2007) o las distintas investigaciones sobre los medios salinos de la Península Ibérica que se pusieron en común en un Workshop acaecido en 2016 y organizado por el Grupo Andaluz de Cuaternario (GAC-AEQUA), publicados todos ellos, en el número especial de la revista Cuaternario y Geomorfología (VV.AA. 2007).

Otras veces los arqueólogos han puesto el foco sobre los recursos geológicos que podían haber explotado nuestros antepasados. Un ejemplo serían varios de los estudios vinculados al monumento megalítico de Stonehenge, en el que las últimas aportaciones han girado en torno al lugar de origen de las rocas que lo forman (basalto riolítico, en inglés rhyolithic bluestone). Tras un análisis macroscópico, así como microscópico y la comparativa petrográfica pertinente, los geólogos dedujeron que el origen de las rocas procedía de Gales, a más de 200 kilómetros de distancia. Tras el estudio geoarqueológico y tras una excavación en las canteras galesas, pudieron deducir que esas rocas tuvieron un valor simbólico especial para los constructores de Stonehenge, suficiente como para aunar esfuerzos y transportar tantas toneladas desde tan lejos (PARKER PEARSON et al., 2015).

La Arqueometría

Dibujo de Nia Schamuells, @salirconunageologa

Pero si hay algo que tenga éxito entre los arqueólogos procesualistas es, sin duda alguna, la arqueometría. La arqueometría es una subdisciplina que se vale de los métodos y técnicas de distintas ciencias, entre ellas, una vez más, la Geología. Cabe destacar, entre otros, el grupo de investigación ATLAS, de la Universidad de Sevilla. Integrando los conocimientos y las técnicas de petrografía y luminiscentes, se pretenden extraer conclusiones sobre el entorno (conociendo las arcillas), el uso y los modos de elaboración de los distintos materiales cerámicos o los intercambios de estos objetos tan comunes en cualquier yacimiento de cualquier época histórica. Un ejemplo sería el macroestudio realizado por CORDERO RUIZ et al. (2006) sobre los distintos resultados de estudios arqueométricos sobre cerámicas andaluzas. La arqueometría, no obstante, también se ha aplicado sobre objetos metálicos con el mismo éxito, que tienen por objetivo, una vez más, conocer sobre la composición y técnicas metalúrgicas de los distintos artefactos como en el caso del estudio sobre el depósito de la Edad del Bronce de Puertollano (MONTERO et al., 2002), procedencia de los minerales e, incluso, de estado de conservación como en el caso de los hierros del yacimiento de El Castrejón de Capote (BARRIO MARTÍN y HERMANA MENDIOROZ, 1998).

En resumen, parece que el amor que se tienen nuestras dos protagonistas (la Geología y la Arqueología) viene de lejos, está bien fundamentado y es una relación con futuro. En las próximas entregas exploraremos más detalladamente distintos capítulos de esta relación sentimental de forma más detallada y específica.

Si quieres saber más sobre…

Teoría arqueológica

HERNANDO GONZALO, A. (1992). Enfoques teóricos en Arqueología. SPAL, 1, 11-35.

HERNANDO GONZALO, A. (2012). Teoría arqueológica y crisis social. Complutum, 23 (2), 127-145.

MORO ABADÍA, O. (2012). La nueva historia de la arqueología: Un balance crítico. Complutum, 23 (2), 177-190.

Geoarqueología

ACEVEDO, B. (2014). Geoarqueología: Interpretaciones interdisciplinarias para la investigación arqueológica. Revista Geológica de América Central, 30, 123-131.

BENITO-CALVO, A.; CAMPAÑA LOZANO, I. y KARAMPAGLIDIS, T. (2014). Conceptos básicos y métodos en geoarqueología: geomorfología, estratigrafía y sedimentología. Treballs d’Arqueologia, 20, 41-54.

CHAZAN, M. (2017). Geology/Archaeology in action: a personal perspective. Archaeological and Anthropological Sciences, 9 (8), 1-6.

GOLDBERG, P.; HOLLIDAY, V.T. y REID FERRING, C. (Eds.) (2001). Earth Sciences and Archaeology. Springer Science: New York.

POLO DIAZ, A. (2007). Geoarqueología y reconstrucción de contextos arqueológicos: contribución y nuevas perspectivas desde el área de Prehistoria de la Universidad del País Vasco. VELEIA, 24/25, 689-700.

Arqueometría

MONTERO RUIZ, I.; GARCÍA HERAS, M. y LÓPEZ-ROMERO, E. (2007). Arqueometría: cambios y tendencias actuales. Trabajos de Prehistoria, 64 (1), 23-40.

ORTEGA, L.A.; ZULUAGA, M.C.; ALONSO, A. y OLAETXEA, C. (2005). El estudio arqueométrico de las producciones cerámicas. MUNIBE Antropología-Arkeologia, 57, 365-388.

PEREA, A.; ARMBRUSTER, B.; MONTERO RUIZ, I. y ROVIRA LLORENS, S. (2008). Arqueometalurgia: Historia y Tecnología. En La investigación sobre Patrimonio Cultural, (Sáiz, C. y Rogelio, M.A.; Eds.). Red temática del CSIC de Patrimonio Histórico y Cultural: Sevilla, 129–142.

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